"NAZARÍN" BENITO PÉREZ GALDÓS
Encarnado en la idea de recuperación de la obra (aun pendiente de
ser totalmente descubierta) del prolífico y célebre autor canario don Benito
Pérez Galdós, me sumerjo en la lectura de "Nazarín", una de sus
novelas más conocidas. El proceso inicial consiste, quede acreditado en estas
líneas, en irme acercando a los libros de Galdós cuya temática tenga como punto
de referencia la ciudad de Madrid, toda vez que pueden ser ellos objeto de estudio
para posibles y futuras rutas literarias. Y este "Nazarín", sin duda
alguna, ofrece a éste lector interesado esa posibilidad, si bien matizada por
algunas características propias que, según indicaremos a continuación, le
otorgan una personalidad "rutera" singular.
Al contrario que la novela del mismo autor "Misericordia",
recientemente leída, "Nazarín" contempla un ámbito geográfico y local
que no se desarrolla enteramente en la ciudad de Madrid, como es el caso
exclusivo de la inicialmente mencionada. La gran ciudad es la protagonista de
las dos primeras partes de "Nazarín" y, concretamente, sus barrios y
arrabales del sur, cercanos a las salidas amparadas por los puentes de Toledo y
Segovia, nos sirven de escenario para la presentación de los personajes y del
ambiente, siempre cercano a la miseria, en el que se mueve la acción de la
novela. Es a partir de la tercera parte y hasta su final (que se desarrolla desde la tercera hasta la quinta parte, cuando los protagonistas salen fuera de Madrid y la
trama acontece en las poblaciones que conforman la salida suroccidental de
la capital), el momento en que la geografía urbana se transmuta radicalmente en
un localismo rural y, a la par se adivina, tanto en la narración como en el
itinerario de los protagonistas, una estructura cíclica que supondrá un nuevo
retorno al ámbito urbano, final de un trayecto de peregrinaje obligado por las
propias características narrativas de la novela.
Hay muchos aspectos a destacar en "Nazarín" como
estructura literaria perfectamente delimitada. En sus dos primeras
partes Galdós nos presenta a los protagonistas principales de la novela, el
cura Nazarín ("de perfil antropológico medio árabe"), las "perdidas"
Andara y Beatriz que le acompañarán en su peregrinaje exterior, la tía
Chanfaina y el "reporter" anónimo (trasunto de un probable "transcriptor"
de los hechos que se narran durante la obra, muy en la línea de lo que sucede
en "El Quijote" de Cervantes), todos ellos rodeados de un ambiente de
miseria económica y moral que concluye, al "calor" de un incendio
provocado, en la necesidad de una salida de la ciudad, fiel espejo del agobio
existencial producido por la lucha descarnada por la subsistencia. Y en esta
"huida hacia delante", fuera ya de los muros de la ciudad y
adentrándose en las zonas rurales y agrícolas aledañas, es donde quizás nos
encontramos con la trama narrativa más lograda e interesante de la obra de
Galdós.
Una trama, un motivo, fielmente expresado por el principal
protagonista Nazarín al comienzo de la tercera parte. "No huía de las
penalidades, sino que iba en busca de ellas; no huía del malestar y la pobreza,
sino que tras de la miseria y de los trabajos más rudos caminaba. Huía sí de un
mundo y de una vida que no cuadraban a su espíritu, embriagado, si así puede
decirse, con la ilusión de la vida ascética y penitente". Y a buena fe
que nuestro cura peregrino encuentra esas penalidades y rudas labores, bien
encarnadas en la miseria y la enfermedad a la que se enfrenta en las
poblaciones agrícolas que visita, bien en el enfrentamiento contra los caciques
rurales propios de la época y del lugar, bien en el sentimiento encontrado, la
maledicencia y la incomprensión de una clase popular analfabeta, arcaica en sus
formas y de comprensión primitiva. Más favorables unos ambientes que otros, el
cura Nazarín "presiente", en el transcurso del nudo narrativo, un final
problemático que se sucederá en las dos últimas partes de la novela.
Partes finales (cuarta y quinta de la novela) que evocan, de una manera clarividente, los días finales de Jesucristo desde su soledad del Monte de los Olivos hasta su crucifixión; imitación e imaginario en el que se regodea el autor anticipando y relatando hechos muy semejantes a tales acontecimientos, tanto en la propia narración como en el espíritu martirológico que el protagonista principal asume como último y definitivo ejemplo de una conducta asimilada al sacrificio personal, redención última de los pecados y culpas ajenas. Ignoramos, y aquí quizás se echa en falta una razón explicativa de Galdós durante el transcurso final de la novela, si las razones a tal comportamiento del protagonista Nazarín se deben a alguna especie de "iluminación divina", propiciada durante su estancia anacoreta en la torre derruida (escenario tan bien representado en la película homónima del insigne Luis Buñuel) o, por el contrario, tal decisión deviene lógica a la luz de las propias secuencias narrativas de un autor que, no lo dejemos pasar en vano, utiliza la psicología popular y el entramado histórico religioso como colofón en buena parte de sus novelas. Me inclino a pensar esto último.
Se cierran las imágenes, ya lo indicamos párrafos atrás, con un retorno a la gran urbe, lugar donde nuestro protagonista, siempre seguido por sus fieles "perdidas" y un último "buen ladrón" que se adhiere a la causa, se supone que dará justa causa por un comportamiento a todas luces incorrecto o anormal para las mentes dominantes de la época. Una postrera enfermedad le salvará seguramente del suplicio condenatorio y esa probable voz ficticia del "transcriptor", que nos ha ido dando relación fidedigna de los acontecimientos, se hace una sola voz con otra supuestamente divina que, feliz Nazarín por fín, le asegura una vida si no eterna si conminatoria a nuevas hazañas apostólicas. Un "continuará..." aparece como la última palabra que Galdós no escribió. Queda, en el magín del lector, un buen sabor de boca tras la lectura de "Nazarín". Una "road movie" literaria de las postrimerías del siglo XIX que, además de "hacernos ver" una potentísima secuencia de imágenes antiguas, nos plantea una serie de acontecimiento que, al poco de indagar en sus causas y efectos, nos coloca en una situación de incómoda similitud más de un siglo después.
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